Qué es el ejercicio físico oncológico

Muchas personas no conocen los beneficios del ejercicio físico en el paciente oncológico, no saben de qué ejercicios es mejor que realicen y no les informan sobre qué tipo de ejercicio puede ser más beneficioso de forma integral. ¿Eres paciente oncológico y no tienes información sobre qué ejercicio puede ser más beneficioso para ti?¿Eres profesional del ejercicio y tienes dudas sobre cómo trabajar con pacientes con cáncer en diferentes momentos de la enfermedad? En las sucesivas entradas de este blog espero poder ir contestándoos a estas preguntas y muchas más. Empezamos…

El ejercicio físico oncológico surge como respuesta a una serie de efectos secundarios que aparecen en los pacientes con cáncer, tanto relativos a los tratamientos (cirugía, quimioterapia, radioterapia, terapias biológicas y/o hormonoterapia) como al propio desarrollo de la enfermedad.

En este punto se observaban varios factores comunes:

  • Existían efectos secundarios comunes a los pacientes, independientemente del tipo de tumor que los pacientes tuvieran.
  • La mayor parte de las veces no se consideraban efectos secundarios patológicos pero afectaban a la calidad de vida de los pacientes así como al normal desarrollo de su día a día.
  • Muchos de esos efectos secundarios no tenían tratamientos farmacológicos que los redujesen.
  • Estos efectos secundarios, que no constituían una enfermedad para el paciente en ese momento, si podía derivar en una situación patológica para el paciente a largo plazo.

De esta forma, el mayor problema que se encontraron fue el de la fatiga crónica, que, resumido en un solo efecto secundario realmente deriva de muchos factores distintos, físicos y fisiológicos, que impactan en la capacidad física del paciente. Por ello, el primer gran estudio que se realizó en este ámbito, se centraba en conocer si, los pacientes con cáncer podían tolerar el ejercicio. De esta forma, si los pacientes lo toleraban, se les podría reentrenar tras los tratamientos y recuperar niveles de capacidad física similares a los que tenían previamente (MacVicar, Winningham, & Nickel, 1989).

Con el paso del tiempo, los investigadores se dieron cuenta de que no solo los pacientes toleraban el ejercicio sino que, además, con el ejercicio adecuado, se conseguían mejorar muchos efectos secundarios a la vez, ayudando así al paciente de manera integral. Esto se traducía en que, con una sola intervención, mejorabas la salud del paciente de forma inmediata, se mejoraba la calidad de vida y su reinserción laboral y, lo más importante, se reducía la aparición de nuevas enfermedades relacionadas con los efectos secundarios anteriores (Casla et al., 2014). Esta situación dio lugar a las primeras guías de expertos sobre Ejercicio Físico Oncológico, coincidiendo con el primer informe de la OMS sobre la importancia de la Actividad Física para la Salud, donde ya se indicaba la importancia del ejercicio para la prevención del cáncer de mama y de colon(Schmitz et al., 2010; WHO, 2010).

Gracias a la investigación y a las campañas de screening, los pacientes oncológicos, cada vez viven más y mejor. Esto hace que, el ejercicio también tenga mayor importancia ya que, las grandes investigaciones nos han demostrado que el ejercicio puede aumentar la supervivencia de los pacientes con cáncer de mama, colon y próstata, reduciendo el riesgo de recaída y de aparición de enfermedades a largo plazo, como las cardiacas. 

Este importante beneficio se tradujo en numerosas investigaciones que nos han ido aclarando como el ejercicio impacta en la fisiología de los pacientes para mejorar su salud, consiguiendo modificar diferentes biomarcadores pronóstico del cáncer, cómo realizar ejercicio con pacientes en tratamiento o cómo trabajar con pacientes con enfermedad avanzada y metastásica (Betof, Dewhirst, & Jones, 2012).

Sin embargo, tanto las diferentes situaciones iniciales de los pacientes como los efectos secundarios que la mayoría presentan, obligan a los especialistas en ejercicio a adaptar los preceptos del entrenamiento para conseguir los mismos beneficios que en personas sin historia de cáncer. Esta necesidad de adaptación y personalización de los programas, hace que, en 2013 surja el concepto de ejercicio físico oncológico, que se caracteriza por diferentes factores (Jones & Alfano, 2013):

  • La primera fase del ejercicio físico oncológico se recomienda que sea supervisado, con el fin de conocer el nivel inicial, el tipo de ejercicio más adecuado y las adaptaciones necesarias en función de las posibles limitaciones que el paciente presente.
  • El ejercicio está adaptado a las necesidades de cada paciente, por lo tanto se deben conocer los efectos secundarios que el paciente presenta para aplicar el tipo de ejercicio que mayores beneficios consiga.
  • Debemos Individualizar la dosificación del programa, así como las adaptaciones que se realicen, ya que el nivel inicial suele ser diferente y los descansos pueden variar en función de los tratamientos.
  • Debemos basarnos en las guías de ejercicio existentes: ya existen varias revisiones de grupos importantes con diferentes recomendaciones, y en esas guías debemos basarnos de cara a determinar la dosificación inicial y los programas que se plantean para estos pacientes.

Esta breve presentación del tema nos deja muchos interrogantes por delante: ¿Qué intensidad es la mejor? ¿Qué tipo de ejercicio puedo realizar en función del momento de la enfermedad? ¿Existen diferentes estrategias de ejercicio en función del tipo de cáncer? ¿Qué limitaciones para hacer ejercicio físico existen en las personas con historia previa de cáncer?

Estas y muchas preguntas más las iremos respondiendo en el blog. Y, si el tema de te parece interesante, no dudes en suscribirte.

 Por supuesto, puedes dejarnos tus comentarios y preguntas que te gustaría que fuéramos resolviendo. 

Gracias por llegar hasta aquí y, ya sabes, Ante el cáncer…¡Muévete!

Referencias Bibliográficas:

Betof, A. S., Dewhirst, M. W., & Jones, L. W. (2012). Effects and potential mechanisms of exercise training on cancer progression: A translational perspective. Brain Behav Immun. doi:10.1016/j.bbi.2012.05.001

Casla, S., Hojman, P., Marquez-Rodas, I., Lopez-Tarruella, S., Jerez, Y., Barakat, R., & Martin, M. (2014). Running away from side effects: physical exercise as a complementary intervention for breast cancer patients. Clin Transl Oncol. doi:10.1007/s12094-014-1184-8

Jones, L. W., & Alfano, C. M. (2013). Exercise-oncology research: past, present, and future. Acta Oncol, 52(2), 195-215. doi:10.3109/0284186X.2012.742564

MacVicar, M. G., Winningham, M. L., & Nickel, J. L. (1989). Effects of aerobic interval training on cancer patients’ functional capacity. Nurs Res., 38(6), 3. 

Schmitz, K. H., Courneya, K. S., Matthews, C., Demark-Wahnefried, W., Galvao, D. A., Pinto, B. M., . . . American College of Sports, M. (2010). American College of Sports Medicine roundtable on exercise guidelines for cancer survivors. Med Sci Sports Exerc, 42(7), 1409-1426. doi:10.1249/MSS.0b013e3181e0c112

WHO. (2010). Recomendaciones mundiales sobre actividad física para la salud. Suiza: World Health Organization.

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